Comunidades resilientes, economías más fuertes
Cambios transformadores para un planeta habitable
La adaptación al cambio climático es un cambio transformador. Puede aumentar la resiliencia de las personas y el planeta frente a los impactos cada vez más acelerados del calentamiento global. La adaptación, como la nueva normalidad, es una realidad y una necesidad para garantizar la supervivencia de las generaciones futuras.
Para Grace Malie, el aumento del nivel del mar causado por el cambio climático es un asunto personal.
“Imagínate que tú y tu familia tienen que mudarse; tienen que perder su identidad, su cultura, todo lo que ustedes aprecian. Imagínate perder todo eso. Ese es mi futuro hoy, y quizás sea tu futuro mañana”.
La joven activista climática ve un futuro desalentador para su comunidad en la isla de Tuvalu, en el Pacífico, porque esta podría desaparecer pronto bajo el agua debido al cambio climático fuera de control producto de las emisiones de gases de efecto invernadero.
“Tuvalu ha sido nuestro santuario durante generaciones. Un santuario que el mundo está ahora haciendo desaparecer”.
Tuvalu, cuyas nueve islas se encuentran a menos de tres metros, en promedio, sobre el nivel del mar (i), puede ser un ejemplo extremo de un país vulnerable al cambio climático. Pero su adaptación a su nueva realidad dista mucho de ser única. El acuerdo de Tuvalu con la lejana Australia sobre reasentamiento de su población y capacitación para los empleos en un nuevo lugar son parte de un movimiento global más amplio relacionado con la adaptación al cambio climático.
La mayoría de los procesos de adaptación al cambio climático no son tan drásticos como el de Tuvalu. Sin embargo, aún así pueden contribuir de manera importante a la seguridad humana. Cuando las inundaciones obstruyen los desagües con desechos, muchas personas se enferman y pueden perder sus hogares y puestos de trabajo. Destapar rápidamente los desagües y recoger los residuos puede ser una solución sencilla y eficaz.
Junto con la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, la adaptación es un aspecto central de la lucha contra el cambio climático que podría resultar transformador. A medida que el planeta se calienta, el aumento de las inundaciones extremas, las sequías, la contaminación, las malas cosechas y la pérdida de biodiversidad están devastando vidas y medios de subsistencia. La adaptación a esta nueva realidad puede ser un cambio transformador al aumentar la resiliencia de las personas y el planeta, y garantizar la supervivencia.
El desafío de la adaptación
Las personas y el planeta están inmersos en una lucha por la supervivencia. Según estimaciones, 1200 millones de personas estuvieron expuestas por lo menos a un peligro relacionado con el clima en 2021, entre ellos inundaciones, sequías, ciclones u olas de calor.
Si se observa dónde se concentran los riesgos, los habitantes de Asia meridional son los más expuestos a las conmociones: casi 9 de cada 10 personas enfrentan peligros relacionados con el clima. Esta elevada proporción se debe a las altas tasas de exposición a olas de calor. Estos últimos fenómenos meteorológicos también generan una elevada exposición a los riesgos climáticos en Oriente Medio y Norte de África, mientras que las sequías son la perturbación más predominante en Europa y Asia central, y en África subsahariana.
La exposición a los riesgos climáticos es una parte del panorama completo. Si bien los habitantes de los países ricos pueden estar expuestos al cambio climático, se encuentran en una situación mucho mejor para hacer frente a esos riesgos que las personas que viven en los países pobres.
Tomemos el ejemplo de los Países Bajos. Hoy en día, un tercio del país se encuentra por debajo del nivel del mar, y cerca de dos tercios de la población están expuestos a inundaciones, que en algunas zonas superan los cinco metros de profundidad. Pero sus ciudadanos son más ricos que el promedio de los países de ingreso alto. Esto significa que cuentan con un mayor colchón financiero para absorber las pérdidas derivadas de las catástrofes climáticas y tienen acceso a recursos, lo que se refleja en grandes inversiones en infraestructura para prevenir las inundaciones, que a menudo no existen en los países pobres. Los Países Bajos no solo cuentan con mejores recursos que los países pobres, sino que a lo largo de los siglos el país ha acumulado conocimientos especializados, experiencia en materia de gobernanza y sistemas para hacer frente a las inundaciones fluviales y marítimas.
Los habitantes de los países pobres, en cambio, son los principales perjudicados con el cambio climático. Es más probable que se enfrenten a una situación que los hace físicamente vulnerables o incapaces de afrontar las catástrofes climáticas. Estas situaciones incluyen desde no tener acceso a la electricidad hasta percibir bajos ingresos, pasando por carecer de acceso a servicios de protección social. Si se considera a las personas expuestas en el mundo, el 20 % enfrenta al menos una de estas situaciones y, por lo tanto, corre un riesgo elevado de verse afectado por peligros relacionados con el clima.
Además, los Gobiernos de los países pobres están muy lejos de disponer de las cantidades de recursos que un país rico como los Países Bajos. La crisis que enfrentan a raíz del cambio climático es relativamente reciente. Al fortalecer la capacidad de adaptarse, con frecuencia están recuperando terreno frente a la gravedad de la amenaza climática que enfrentan.
Este desafío es abrumador porque los actuales aumentos de temperatura ya están causando fenómenos climáticos extremos más frecuentes e intensos, como olas de calor, sequías, incendios forestales, lluvias torrenciales, tormentas fuertes e inundaciones. Estos eventos están dañando la salud humana, las economías y los ecosistemas, y las comunidades y poblaciones vulnerables son las más afectadas. El mundo está lejos de lograr su objetivo de limitar el aumento de las temperaturas medias a 1,5 °C para finales de siglo, en comparación con la era preindustrial. Por lo tanto, el número de personas en riesgo de verse afectadas por crisis climáticas se disparará, a menos que se adopten medidas urgentes. Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y aumentar los esfuerzos de adaptación y resiliencia son dos enfoques complementarios. Ambos son urgentes para proteger a las personas y las poblaciones.
Éxitos en materia de adaptación
La buena noticia es que los seres humanos son expertos en adaptarse y generar resiliencia. Siempre se han enfrentado a desastres naturales, muchos de los cuales no están vinculados al cambio climático, como los terremotos y las erupciones volcánicas. En todo el mundo, las personas están aplicando soluciones y enfoques innovadores no solo para adaptarse al cambio climático, sino también, en muchos casos, para aumentar la productividad y la eficiencia y reunir más recursos que ayuden a hacer frente al desafío.
Las inversiones en adaptación ya están salvando vidas. Por ejemplo, Bangladesh (i) se adapta a los fenómenos meteorológicos extremos aumentando la seguridad de su población con una infraestructura más adecuada que también mejora las vidas en tiempos de normalidad. Su ubicación cerca de la bahía de Bengala y el océano Índico lo expone a ciclones, inundaciones y sequías. El riesgo de estos eventos no ha hecho más que aumentar con el cambio climático, poniendo en peligro a millones de personas. Casi 40 millones de habitantes viven en una amplia planicie costera de 710 kilómetros.
Con el apoyo del Banco Mundial, el enfoque de Bangladesh consiste en construir refugios para desastres que también sirvan como escuelas primarias durante épocas de condiciones climáticas habituales. También se están construyendo caminos de conexión y redes de comunicación para facilitar el acceso a los refugios, lo que ayuda a mejorar la conectividad e impulsa la actividad económica en tiempos normales.
“Estamos felices de tener un albergue cerca de nuestra casa”, dijo Aklima Khatun (i), madre de tres hijos. “Esta zona se desarrollará gracias a la escuela que sirve también como refugio contra ciclones. Nuestros hijos pueden asistir a clases, y durante las épocas de tormentas y ciclones, podemos quedarnos aquí. Incluso hace unos meses nos refugiamos en el edificio de la escuela con nuestras vacas y cabras”.
“Esta zona se desarrollará gracias a la escuela que sirve también como refugio contra ciclones. Nuestros hijos pueden asistir a clases, y durante las épocas de tormentas y ciclones, podemos quedarnos aquí. Incluso hace unos meses nos refugiamos en el edificio de la escuela con nuestras vacas y cabras”.
El éxito de estas inversiones en Bangladesh se traduce en el número de vidas salvadas. El ciclón Bhola causó la muerte de unas 300 000 personas en 1970, mientras que el ciclón Amphan dejó 20 muertos en 2020.
El desarrollo es clave para la adaptación
En la actualidad, Bangladesh se considera un éxito en materia de desarrollo, lo que le ha permitido abordar los riesgos climáticos.
La experiencia del país se alinea con las conclusiones del nuevo informe del Grupo Banco Mundial sobre adaptación titulado “Rising to the Challenge: Success Stories and Strategies for Achieving Climate Adaptation and Resilience” (Estar a la altura del desafío: Historias exitosas y estrategias para lograr la adaptación y la resiliencia climáticas). En el análisis de la vulnerabilidad y los esfuerzos de adaptación de los países con diferentes niveles de desarrollo, se señala que la adaptación y la resiliencia están fundamentalmente vinculadas con el desarrollo. Cuanto más próspero es un país, más preparado puede estar para enfrentar los impactos climáticos y su población es menos vulnerable. Por ejemplo, en Uganda, Guinea y Haití, menos de la mitad de la población tiene acceso a la electricidad, un servicio vital para hacer frente a las crisis climáticas, como las olas de calor, así como para el bienestar general. Por lo tanto, un primer paso para los países es asegurarse de lograr un desarrollo satisfactorio, lo que significa que este debe ser rápido, sólido e inclusivo para todos.
En el informe se señala que los avances varían de un país a otro, y que muchos ya cuentan con políticas para implementar medidas de adaptación al cambio climático. Los países en mejores condiciones para enfrentar los impactos climáticos fueron aquellos con una buena gestión de gobierno y los que ya habían experimentado crisis climáticas, entre ellos muchos pequeños Estados insulares del Caribe que han aplicado estrategias de adaptación. Sin embargo, aún existen deficiencias significativas con respecto al grado de preparación de los países para hacer frente a los riesgos climáticos.
Qué hacer
Para subsanar estas deficiencias, en el informe (i) se recomendó a los Gobiernos de los países en desarrollo intensificar los esfuerzos en cuatro áreas.
En primer lugar, deberían hacer más para ayudar a las personas y las empresas a adaptarse al cambio climático proporcionando datos e información sobre el clima, promulgando regulaciones y ofreciendo incentivos.
Los países han avanzado en la disponibilidad de información sobre el clima y los riesgos de desastres, lo que ha ayudado a las personas y las empresas a adaptarse a las nuevas condiciones climáticas. Un ejemplo es el nuevo sistema de monitoreo de sequías de Brasil, que integra información de múltiples fuentes e indicadores y publica evaluaciones mensuales, lo que permite a los Gobiernos tomar medidas preventivas.
“El monitor de sequías es un cambio de paradigma. Hay un indicador de la gravedad de la sequía, que permite tanto al Gobierno como a la sociedad estar preparados para cuando ocurran estos fenómenos extremos”.
Para proteger mejor a la población, las personas más pobres y vulnerables deben tener acceso al financiamiento y la protección social. Varios países pobres han trabajado arduamente para lograrlo. A pesar de ser un país de ingreso bajo, Uganda obtiene resultados admirables al dar acceso al financiamiento al 40 % más pobre de su población y ampliar los servicios básicos para los inmigrantes y refugiados. Otro país de ingreso bajo, Malawi, proporciona transferencias monetarias no condicionadas a los hogares vulnerables cuando se producen sequías.
A la hora de establecer un marco normativo e incentivos para el sector privado, en muchos países no existe suficiente claridad sobre qué riesgos deberían ser responsabilidad del Gobierno y el sector privado. Esto limita la inversión privada en la preparación para los riesgos climáticos.
Esto es desafortunado porque invertir en adaptación resulta sensato desde el punto de vista financiero. El Banco Mundial estima que por cada USD 1 que se gasta en adaptación se pueden generar USD 4 en beneficios (i). Pero estos importantes resultados aún no se han traducido en inversiones en adaptación lo suficientemente cuantiosas. Si bien el dinero para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero se ha disparado, solo alrededor del 5 % del financiamiento climático (USD 63 000 millones) se dedica a la adaptación. El financiamiento para la adaptación debe ser casi cuatro veces mayor para atender las necesidades urgentes de los países en desarrollo.
Este déficit de financiamiento implica que se deben encontrar con urgencia nuevas fuentes de fondos. Los Gobiernos, especialmente de los países en desarrollo, no pueden soportar la carga por sí solos. Por lo tanto, el sector privado es fundamental para tener éxito, ya que puede realizar inversiones muy necesarias en los países en desarrollo y aportar innovaciones en los mercados para impulsar inversiones más ambiciosas.
Una segunda área en la deben poner atención los Gobiernos es la protección de activos y servicios públicos esenciales y la adaptación de los planes de utilización de las tierras.
Una prioridad para todos los países debería ser la protección de la infraestructura energética. Ello, porque los sistemas de energía son fundamentales para cuidar a las personas de los impactos climáticos, como las olas de calor. Los avances en materia de resiliencia climática de los sistemas energéticos son dispares, pero lo que se debe hacer es evidente. Por ejemplo, Senegal (i) tiene el objetivo de lograr el acceso universal a la energía para 2025 y cuenta con una de las tasas de electrificación más altas en África subsahariana (el 78 %). El país podría conseguir que su sistema energético sea más resiliente a los fenómenos meteorológicos extremos, como las inundaciones, instalando una mayor capacidad de generación de energía renovable y una infraestructura de red más resiliente, y reduciendo la demanda máxima.
Además de la infraestructura, los bosques, los humedales y los manglares protegen a las personas de las conmociones provocadas por el cambio climático. La protección de estos ecosistemas a través de la planificación del uso de la tierra puede desempeñar un papel importante en el cuidado de las personas y los medios de subsistencia frente a los riesgos climáticos y garantizar una fuente de ingresos constante para las comunidades locales.
Esta es la razón por la que la planificación del uso de la tierra es fundamental para los esfuerzos de Bolivia, con el apoyo del Banco Mundial, para socorrer a los agricultores indígenas de subsistencia del cambio climático en la provincia sudoriental de Oruro y la provincia septentrional de Potosí. Con el objetivo de ayudar a las comunidades a gestionar sus recursos naturales, Bolivia está fortaleciendo el marco regulatorio de planificación del uso de la tierra y facilitando la coordinación entre los Gobiernos municipales y las autoridades tradicionales. Esto incluyó la creación de reglamentos y la redacción de planes municipales sobre el tema.
Una tercera área de atención en la que los Gobiernos deben redoblar sus esfuerzos es ayudar a las empresas y las personas a gestionar los desastres naturales y los riesgos residuales, es decir, los riesgos que persisten a pesar de todos los esfuerzos.
Los Gobiernos deben hallar formas para que las personas y las empresas minimicen las pérdidas y se recuperen rápidamente. Sin embargo, muchos Gobiernos de todo el mundo no cuentan con planes ni respuestas, o estos son inadecuados, para la recuperación posterior a los desastres, que son esenciales para la reconstrucción.
Una excepción es Polonia. Luego de las inundaciones de 2010, el país elaboró directrices y estrategias para recuperarse después de desastres y emergencias. Un centro interdepartamental de gestión de crisis coordina la respuesta de emergencia y los esfuerzos de recuperación durante las grandes catástrofes. También cuenta con un sistema de adquisiciones de emergencia, que permite la compra rápida y eficiente de bienes y servicios en las situaciones de crisis.
Por último, los Gobiernos deben hacer más para protegerse a sí mismos y sus economías.
Entre los 44 países analizados, esta es el área en que se han producido menos avances en materia de adaptación al cambio climático. Pero la necesidad es apremiante. Un desastre climático de gran magnitud puede alterar las finanzas públicas y aplastar la actividad económica.
Algunos países han reconocido la amenaza y están tomando medidas al respecto. Por ejemplo, Senegal ha elaborado un “presupuesto verde” para abordar mejor los efectos adversos del cambio climático, que apoya acciones de adaptación, entre ellas medidas para mejorar la gestión del agua en el sector agrícola, la resiliencia a la erosión costera, la gestión del riesgo climático, la conservación de la biodiversidad y la preservación del patrimonio natural. El Gobierno de Senegal ha acordado evaluar y cuantificar los riesgos fiscales asociados con los desastres en la próxima ley de presupuesto de 2025.
Los países también pueden desarrollar una estrategia financiera para gestionar los riesgos climáticos y de desastres. Por ejemplo, Filipinas adoptó en 2015 una estrategia de financiamiento y seguros contra riesgos de desastres que condujo a uno de los programas de reforma de preparación financiera más completos entre las economías emergentes.
La adaptación es un cambio transformador
Contemplando el futuro incierto de su gente, la activista de Tuvalu Malie, preguntó: “No pueden esperar que nuestro pueblo se disperse o se traslade a un páramo. Entonces, ¿qué van a hacer?”.
La respuesta es proporcionar a su pueblo una forma de adaptarse al cambio climático que preserve su comunidad y patrimonio. Desafortunadamente, habrá muchos más lugares como Tuvalu a medida que se acelera el cambio climático. Por lo tanto, la adaptación es la nueva normalidad: una realidad y una necesidad. La adaptación también es buena para las personas porque ayuda al desarrollo de las economías. Para muchas personas y comunidades, las innovaciones de la adaptación son también un cambio transformador.